La construcción y transformación de las identidades nacionales ha sido una preocupación vital de las últimas décadas al establecer nuevos imaginarios nacionales más abarcadores. Este trabajo intenta articular algunas de las complejidades de la identidad femenina decimonónica dentro del discurso nacional de la época, desde un punto de vista de género, sin caer en un esencialismo femenino o una teorización puramente feminista. Queremos establecer un diálogo con los conceptos de nación, patria/(matria), literatura, espacios públicos/privados, identidad y representación, para ello, examinamos algunas de las obras de la escritora peruana Clorinda Matto de Turner como figura transformadora de los ideales nacionales de su país y de su respectivo momento histórico.
Marcel Velázquez asegura: «Clorinda es un personaje muy estudiado, pero insuficientemente comprendido»1. Matto de Turner, como casi todas las escritoras decimonónicas, es un personaje en sí mismo, una «constructora de América»2: educadora, verdadera escritora que encuentra su ciudadanía a medida que se (auto) representa como la interlocutora de aquellos que carecen de voz propia y que reiteradamente quedan relegados al olvido en los márgenes de la nación. En la misma medida, Matto de Turner despunta como un esbozo de lo femenino peruano, no solo para la mujer escritora, sino para las mujeres en general. Desde sus comienzos como educadora, editora, traductora, ensayista, periodista y escritora, logra establecer un compromiso político con su sociedad insertando con éxito su voz en el discurso oficial de la nación a través de la subversión de los paradigmas convencionales y el tratamiento de las cuestiones necesarias para el proceso de formación de identidad de los escenarios nacionales emergentes.
Coincido con Vargas en que las categorías de «constructora de la nación» y «constructora de América» no son independientes y deben pensarse correlacionadas la una a la otra:
Su interés por la situación del indígena, la revalorización de la herencia prehispánica y la divulgación de la realidad del país como medios para el progreso de la nación serán temáticas que seguirá desarrollando […] su interés y preocupación por la educación –especialmente la femenina– por los derechos de la mujer a insertarse al ámbito laboral y por la construcción de una suerte de panamericanismo con énfasis en lo literario e intelectual –también como medio para el progreso– serán ampliados a través de los años y se acentuarán en el exilio3.
Ahora bien, ¿a qué se hace referencia al hablar de nación y cómo se inserta la mujer escritora en estos discursos de imaginarios nacionales? La Real Academia de la Lengua Española asegura que la nación: «es un conjunto de personas regidas por un mismo gobierno, que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común»4. Las mujeres comparten dos de estos elementos: el idioma y el gobierno. Sin embargo, la tradición es muy diferente en una misma nación para los hombres y para las mujeres, desafortunadamente, no solo en el siglo XIX. Esta es una de las razones que complejizan la representación femenina en los espacios nacionales y en la construcción de los célebres idearios nacionales. La experiencia no es la misma, por ende, los ideales, las aspiraciones y la representación propia tampoco lo serán.
En su más famoso libro Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo (1983), Benedict Anderson propone que la nación moderna es una «comunidad políticamente imaginada»5, al asegurar que es
una comunidad imaginada ya que es imaginada porque incluso los miembros de la nación más pequeña nunca llegarán a saber de la mayoría de sus compatriotas, ni a conocerlos o incluso a escuchar de ellos, pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión6.
En este punto se puede apreciar cómo esta imaginación es controlada por unas estructuras de poder que relegan a las mujeres, y a todo grupo subalterno, a los bordes de la nación. De igual forma, esta construcción, tanto cultural como social, no deja de ser imaginada como alega Anderson, pero solo por un número muy reducido de personas y no por todos los miembros de una comunidad. Uno de estos subgrupos relegados al borde es el de las mujeres. Las escritoras, se establecen como parte vital de este grupo de mujeres dentro del marco social. Ellas tendrán entonces que deconstruir y por ende también reescribir, esa ilusión imaginada para alcanzar algún tipo de representación en esas comunidades. Si bien hay que acercarse a la propuesta de Anderson de manera cautelosa pues el referente histórico, social y cultural no es el mismo que en Latinoamérica, sí se puede ver cómo apunta a algunas de las inquietudes identitarias al plantear la inserción del individuo en la concepción nacional como grupo social.
Uno de los acercamientos teóricos más interesantes, para los efectos de este trabajo, es la inserción femenina –y otros abyectos7 desplazados– en la construcción identitaria que ofrece la teórica franco-búlgara Julia Kristeva a través de la noción de matria. Este concepto se devela como un espacio «otro», íntimo, desde donde la mujer, sobre todo la escritora, al poder manipular la palabra, puede crear una nueva identidad y un nuevo lenguaje que ilustra una nueva cosmovisión8. A diferencia de otras teóricas9 de este período que consideran esta otredad10 como algo inherente y único a la mujer, Kristeva la extiende a otros grupos desplazados y oprimidos que al igual que las mujeres: «Se establecen afuera y amenazan con interrumpir el orden consciente (racional) del habla»11. Si, por un lado, la teorización clásica de Anderson aparentemente articula el anhelo de todos en la nación incluso de morir por un ideal patriótico, está claro que no logra la inserción de los sectores ajenos a las estructuras de poder los cuales intenta incluir la matria.
Sin embargo, no es suficiente crear un espacio nuevo y denominarle «matria» con el objetivo de establecer un lugar físico e imaginado para la mujer en el emergente ideario nacional. Creo que el espacio matrio es un punto innombrable donde la mujer escritora puede hacer valer su voz autoral desde lo más profundo de sus preocupaciones, intenciones, y anhelos para resistirse a las convenciones sociales demarcadas por un canon patriarcal. Este espacio no es precisamente la frontera mestiza de la teórica chicano- americana Gloria E. Anzaldúa ni el nomadismo de Rosi Braidotti, sino un lugar donde establecer una agencia literaria necesaria.
El diálogo acerca de cómo construir la nación y la identidad a través de la literatura se hace necesario a la hora de tratar de establecer cualquier tipo de inserción de la escritura, en este caso, de la escritura por mujeres, en los discursos identitarios nacionalistas. Uno de esos referentes obligatorios es el conocido estudio de Doris Sommer, Ficciones fundacionales. Las novelas nacionales de América Latina (1991) donde se postula que las novelas hispanoamericanas románticas son alegorías de los proyectos de fundación nacional pues existe algo: «inextricable que es la relación que existe entre la política y la ficción en la historia de la construcción de una nación […] las novelas románticas se desarrollan mano a mano con la historia patriótica de América Latina»12. No se trata de desterrar la literatura escrita por mujeres al ámbito de un romanticismo vacío y sentimental, sino, por el contrario, de utilizar el Romanticismo13 literario latinoamericano para adentrarse en los espacios públicos, y usualmente privilegiados, reservados a los escritores varones contemporáneos.
A partir de muchas de estas inquietudes, en que el intelectual se debate frente a su identidad y la de su nación, y animados por trabajos como los anteriormente mencionados, surgen otros modelos más abarcadores y que se aplican mejor a la realidad latinoamericana. Este es el caso de las propuestas de dos importantes teóricas como Francesca Denegri y Francine Masiello que han analizado la obra de un sinnúmero de escritoras hispanas, mayormente del XIX. Si por una parte, Masiello plantea ampliar la nación y darle poder a las voces de los seres que están en los márgenes con el fin de incluir a todas «las relaciones alternativas sustentadas en los márgenes del poder»14, Denegri, por su lado, no refuta los postulados de Masiello, sino que alude a las inevitables «tretas del débil»15 como la estrategia necesaria de las escritoras decimonónicas para poder incluir, precisamente, lo privado y lo cotidiano en el discurso nacional, o público, a través de un tono subversivo y nuevo. Estas propuestas son ineludibles a la hora de enfrentar una lectura seria de la literatura escrita por mujeres del siglo XIX. Coincido plenamente con Masiello, pues casi todas las novelas femeninas de esta época operan dentro de un marco alternativo al poder. Esto se ampara mayormente en este uso de las tretas del débil necesarias para irrumpir en el canon establecido de la nación y, de cierta forma, lograr (auto) representarse en esos idearios. Viendo la construcción de las naciones como proyectos similares a la construcción de literaturas oficiales o cánones históricos como asegura Hugo Achugar16, entonces, la república surge al mismo tiempo que la fundación de la literatura nacional: «[…] parnaso y nación iban de la mano: el parnaso era la nación y la nación era el parnaso»17.
Dentro de este establecimiento de identidad y literatura nacional, ¿qué significa entonces la literatura canónica? ¿Cómo la escritura misma ayuda en la construcción de una identidad propia, no solo individual sino nacional? ¿Cómo se logra insertar la escritura de mujeres en un canon literario verdaderamente abarcador? ¿Cómo se puede hablar de «abarcador» y representativo de la nación, en general, si no se aprende a leer esa misma literatura con lentes anticanónicos? Estos lentes no deben ser necesariamente ni feministas, ni estructuralistas, ni postmodernistas, ni ningún tipo de articulación teórica obligada per se, sino que deben tomar en cuenta precisamente muchas de las particularidades del análisis de una escritora decimonónica desde una perspectiva del siglo XXI como argumenta Pratt:
Para emitir juicios sobre la escritura no canónica, es necesario aprender a leerla. Si, por el contrario, este tipo de escritura se juzga con las normas literarias establecidas, se partirá de prejuicios y se acabará por reproducir la misma estructura excluyente que originalmente marginó al texto. Los cánones no son sólo una nómina de obras consagradas, más bien constituyen toda una maquinaria de valores que generan sus propias verdades18.
Para entender la necesidad de la emergencia de los imaginarios nacionales decimonónicos en Latinoamérica, en primer lugar, hay que adentrarse irremediablemente en las falacias19 de la libertad, el mestizaje, la dependencia –y la codependencia colonial– al mismo tiempo que en la idealización extranjerizante característica del pensamiento del siglo en cuestión. En este proceso de concepción nacional, cada país encara sus propios retos, no solamente frente a la independencia de España, o la lucha por una hermandad latinoamericana inalcanzable, sino también frente a la inclusión, o mejor dicho, la exclusión, de la alteridad marginada de la sociedad: sea la población indígena, los negros, los afro latinoamericanos y/o la mujer.
Regresando a las propuestas de Velázquez, quien asegura que la reflexión acerca de la nación es más compleja aún en países como Perú, que intentan insertar a los indígenas en sus idearios nacionales que en aquellos que los erradican completamente, ya que la presencia indígena problematiza esa identidad metonímica occidental que tanto se persigue: «El discurso hegemónico del siglo XX será el de mestizaje después del fracaso de los primeros discursos nacionales pero será a partir de una República de desiguales, de una jerarquización de ese crisol de razas»20. Si bien es cierto que en Perú hay una clara predilección por la inmigración europea y estadounidense para mezclarse y peruanizar la población, también es evidente, en Matto de Turner al igual que en otros escritores contemporáneos, la preocupación por considerar este pasado histórico vital y auténtico que proviene de los indígenas, en la construcción nacional:
[Clorinda] tenía la certeza de que la república no podía seguir funcionando socialmente con tan grave quiebra interna e imaginó que la única solución posible consistía en asimilar dentro del espacio criollo al pueblo indígena. Para cumplir ese fin creyó que sólo había un camino disponible: la educación, y todos sus escritos son de alguna forma una proclama a favor de la educación de lo que ella llamaba la «raza desheredada»21.
La construcción nacional se desarrolla en conjunto con el compromiso de los intelectuales que intentan edificarla. Cornejo Polar asegura que: «El más notable logro de Clorinda Matto es su voluntad de construir una literatura peruana»22 a la vez que se incorpora a esas relaciones alternativas de poder a las aludidas anteriormente en el proyecto nacional:
Matto establece relaciones entre literatura, educación y trabajo (como símbolos del progreso), y aboga por una literatura nacional que refleje la realidad de la nación para poder corregirla. Pone énfasis en peruanizar lo nacional y en este sentido, divulga figuras ejemplares para la nación y busca crear conciencia del pasado prehispánico para incorporarlo a la cultura e historia nacionales23.
La labor literaria de Matto de Turner es indispensable en la construcción nacional de Perú en su literatura, su cultura, su proyecto educativo a través de la representación de otras comunidades marginadas mal definidas en los discursos de la identidad nacional, como esclavos, mulatos, mujeres desfavorecidas, entre otros. Es la primera mujer en Latinoamérica en dirigir un periódico que se imprimía reiteradamente – El Perú Ilustrado – y sus ensayos acerca de la problemática de los marginados, ya sean indios, esclavos o mujeres, desarrollan temas a favor del progreso y la educación que conlleva a un nuevo Perú.
Su primera novela, Aves sin nido (1889), presenta una profunda denuncia del abuso del poder por parte de los estratos más influyentes de la sociedad, incluyendo a la alta burguesía, el ejército y sobre todo a la Iglesia Católica. Coincidiendo con Ferreira en que la cuzqueña escribe la primera novela que se inserta abiertamente en el centro de una ciudad letrada, se observa como: «encara la abyecta situación de la población indígena, que desafía la corrupción de las autoridades provincianas, y que va a asignarle a la mujer educada el rol civilizador de madre republicana»24. Retomando las palabras de Denegri al aludir a las tretas del débil, la función didáctica y moralizante de Clorinda, se ve desde la primera página de su «Proemio» en Aves sin nido cuando le asegura a su público lector que le tengan consideración pues:
Repito que al someter mi obra al fallo del lector, hágolo con la esperanza de que ese fallo sea la idea de mejorar la condición de los pueblos chicos del Perú; y aun cuando no fuese otra cosa que la simple conmiseración, la autora de estas páginas habrá conseguido su propósito, recordando que en el país existen hermanos que sufren, explotados en la noche de la ignorancia; martirizados en esas tinieblas que piden luz; señalando puntos de no escasa importancia para los progresos nacionales; y haciendo á la vez, literatura peruana25.
A pesar de que es cierto que sus novelas presentan características maniqueístas26, lo cual ha generado un serio debate acerca del valor literario, o incluso identitario nacional, de la obra, es importante destacar que la intención didáctica de Matto de Turner es irrevocable y uno de sus aportes más significativos en este proceso de construcción nacional al darle voz a las personas y a los lugares más recónditos y olvidados de la nación.
La historia de Aves sin nido, tiene lugar en Killac, ese pueblo imaginario andino que simboliza cualquier pueblo del interior peruano. El argumento gira en torno de las familias importantes y los personajes principales que a su vez representan las instituciones político-sociales del Perú decimonónico. La familia de los Marín y los Pancorbo –los peruanos «verdaderos»27 de cierta manera– y los Yupanqui y los Champí –los indígenas. De igual forma la Iglesia y el gobierno, se descubren a través del cura Pascual, el Obispo Pedro de Miranda, Estéfano Benites, Pedro Escobedo, Hilarión Verdejo y el coronel Paredes por mencionar a los más significativos.
Es a través de esta caracterización del indígena peruano y de la mujer, ambos como clases desposeídas al tener que escudarse tras el hombre (dueño/esposo), que Matto de Turner ofrece una propuesta de nuevos ciudadanos y de modernas naciones. A través de estos personajes, y de sus diferentes novelas, la escritora peruana expone su crítica a un sistema que gobierna de manera indigna con la esperanza de una relativa inserción en el ideario nacional:
Juzgamos que solo es variante de aquel salvajismo lo que ocurre en Killac, como en todos los pequeños pueblos del interior del Perú, donde la carencia de escuelas, la falta de buena fe en los párrocos y la depravación manifiesta de los pocos que comercian con la ignorancia y la consiguiente sumisión de las masa, alejan, cada día más, a aquellos pueblos de la verdadera civilización, que cimentada, agregaría al país secciones importantes con elementos tendentes a su mayor engrandecimiento28.
Además, de una fuerte denuncia a la sociedad en general y a los abusos de la Iglesia Católica, Aves sin nido, se instituye, dentro de la literatura contemporánea, como la que inicia realmente el movimiento indigenista29 a pesar del rechazo que recibiría en el momento de su publicación.
Si bien la presencia indígena es vital para un completo acercamiento a la sociedad peruana retratada por Matto de Turner, las instituciones oficiales del gobierno, la Iglesia y el ejército también son objeto de crítica y sirven de base a la escritora para retratar los males que estaban corrompiendo a su país. Es importante destacar que esta acusación contra la Iglesia Católica no es a la institución per se, sino a todas aquellas figuras religiosas que abusan del poder y que se establecen como bastiones de fe:
No, no; ese hombre insulta al sacerdocio católico; yo he visto en la ciudad a seres superiores llevando la cabeza cubierta de canas ir en silencio en medio del misterio, a buscar la pobreza y la orfandad para socorrerla y consolarla; […] le he visto tomar el único pan de su mesa y alargarlo al pobre…30
Matto de Turner aún mantiene la fe en la religión per se e insiste en sus escritos en que la culpa no recae en la religión, sino en los hombres que abusan del poder en el nombre de Dios. Este es precisamente un momento crucial a finales de siglo en el cual el pesimismo y la corrupción permean los grandes idearios nacionales. Las esperanzas de una Gran América31 ya se habían truncado y: «De Aves sin nido […] emana una voz narrativa que intenta, mediante el ejemplo, rectificar el curso de la nación en tanto que entidad moral, económica, social y religiosa»32.
Existe una crisis profunda dentro de la Iglesia Católica, motivo por el cual, le es imposible modernizarse y atraer nuevos sacerdotes. Asimismo, muchos de estos se acercan a la Iglesia por la miseria en que viven y terminan sucumbiendo a la corrupción imperante a nivel político, económico y social. De acuerdo a Klaiber:
in 1790 there were 711 religious priests in Lima, but in 1857 that number had dropped to 155 […] At the time of independence many religious were expelled or executed because they were Spanish or supported Spain […] Finally, the Peruvian liberais […] made the religious way of life a special target of their reformist plans33.
Además, el conservadurismo católico34 se preocupa por mantenerse en el poder para sostener el orden social y la estabilidad que según ellos unía a la nación bajo una sola fe.
La Guerra contra Chile había terminado con la derrota peruana y la visión intelectual apuntaba a las afueras del país en busca de las respuestas a la crisis de identidad nacional. De igual forma, hay que destacar la fuerte predilección por la inmigración europea y estadounidense con la intención de mezclarse y peruanizar a la población:
clamaremos por la inmigración extranjera que, con el cruzamiento de sangre, componga este país donde la mayor parte de los habitantes es de raquíticos y tuberculosos, moral y físicamente, y que en lugar de politiqueros, oradores y poetas que con la imaginación exaltada del tísico sueñan bellezas en teoría, nos den hombres robustos, hombres útiles, hombres capaces de trabajar […]35.
La polémica intelectual entre civilización y barbarie36 que abarcará en gran medida el siglo XIX se hace imprescindible para analizar la obra y el ideario nacional latinoamericano y, en el caso de Perú, también centraliza el devenir de la construcción de la nación. La escritora peruana considera a la ciudad, esa que es moderna e ilustrada, el modelo a seguir de una nación renovada y educada: «[…] viajar a Lima es llegar a la antesala del cielo y ver de ahí el trono de la gloria y de la fortuna»37. No hay una idealización del campo peruano ni una nostalgia patriótica, sino una realidad concreta que afecta a todos los pueblos del interior del país. Cornejo Polar destaca:
Lo verdaderamente importante es que esta doble posición de integración y aislamiento permite, a través de la primera, el adaptar los detalles específicos de Killac a un tipo especifico […] esos pequeños pueblos andinos, y a través de la segunda, la creación de una perspectiva ideal sobre el espacio costero y su paradigma de civilización […] Lima38.
Killac, el pueblo andino epicentro de la novela, se levanta aquí como el símbolo alegórico de la barbarie nacional, un lugar donde la vida se imposibilita y la única salida es irse a la ciudad: «¡Fernando, Fernando mío! ¡Nosotros no podemos vivir aquí! Y si tú insistes, viviremos librando la sangrienta batalla de los buenos contra los malos»39. Hay un símbolo significativo en esta novela que intenta conectar estos dos espacios opuestos, Killac, el pueblo sumido en el salvajismo; y Lima, la gran ciudad ilustrada, y es el ferrocarril. Este puente, una línea hecha literalmente de hierro y metafóricamente de progreso, se precisa cargado de ideas modernas y de nuevas perspectivas que pueden rectificar el aislamiento y la denigración de estos pueblos olvidados. De igual forma, también es el instrumento que permite el escape de aquellos que viven en condiciones infrahumanas, pero buscan un futuro mejor en la gran ciudad moderna: «De súbito se oye el resoplido de la locomotora, que con su silbato anuncia el progreso40 llevado por los rieles a los umbrales donde se detuvo Manco Cápac. ¡El ferrocarril!»41.
No es de extrañar que Matto de Turner, una escritora autodidacta, con grandes influencias indígenas del interior de Perú, encuentre en la ciudad la respuesta a la concepción de esa nueva nación que ella quiere defender; y en sus y habitantes (sus personajes), los modelos de esos ciudadanos. La autora insiste, reiteradamente, en que la respuesta a muchos de los males del Perú se encuentra en instruir al pueblo: «[N]ecesitamos propagar en todos los tonos la urgencia de multiplicar la escuela y el taller, para que de allí salgan los verdaderos ciudadanos del Perú»42. Los personajes se levantan como los arquetipos de las características a defender, a emular y, en ocasiones, a rechazar y reescribir. Si por un lado, los Marín son la visión de un futuro peruano y educado; por otro, los curas, alcaldes, etc. simbolizan el pasado que se empecina en mantener al Perú del interior en la oscuridad de la barbarie. Destacado por Cornejo Polar cuando afirma que:
[l]a familia de Fernando y Lucía Marín es presentada en el texto mediante el recurso de acumular virtudes y de enfrentarlas … con los vicios de los «notables». Emerge así una imagen ideal en grado extremo: jamás manchados por la más leve falta, los Marín son cultos, generosos, valientes, simpáticos, honestísimos43.
Hay una clara y concisa agenda ideológica que apunta aquí a los efectos de la ilustración y que aproxima a la ciudad como el lugar idóneo para la educación, no solo de las niñas, sino de todos los pertenecientes a la nación: «La reforma en la educación debía favorecer, por sobre todas las cosas, la posibilidad de dotar a la mujer [y a todos] de las herramientas necesarias para convertirla en sujeto social activo»44. De esta manera, su propuesta nacional se nutre de una educación abarcadora y un desarrollo social que puedan establecerse como los verdaderos baluartes de libertad y del compromiso social.
Por cuestiones de su entorno y de su educación, Matto de Turner perpetúa el esencialismo femenino que acaba de criticar y denunciar cuando agencia al matrimonio y la maternidad como las soluciones a la problemática femenina en esta novela. Las niñas se educan, pero tienen que ser aleccionadas para adornar la casa de la mejor manera. No obstante, hay destellos de un modelo de una nueva mujer, encubierta tras ese mensaje formativo en mujeres como Lucía: «no era una mujer vulgar. Había recibido bastante educación, y la perspicacia de su inteligencia alcanzaba la luz de la verdad estableciendo comparaciones»45.
Es aquí donde una lectura feminista se enfrenta a una lectura meramente de género pues la mujer nueva que propone Matto de Turner defiende los parámetros establecidos por la sociedad patriarcal y solo logra irrumpir en ellos en esporádicos momentos narrativos de desilusión como las intervenciones de Lucía Marín. Según algunos críticos, no hay un verdadero intento de inclusión en esta nación, ya que los personajes se quedan en ideas meramente y los sectores no imaginados no logran una completa representación. En Matto de Turner, los indios son idealizados y expiados de cualquier culpa a causa de la discriminación y la explotación a que son sometidos. La barbarie social termina convirtiéndose así en la responsable de sus males: «Ese indio es inocente, no lo dudes. ¿Yo? Jamás lo he dudado, sé que cuando hace algo malo el infeliz indio peruano es obligado por la opresión, desesperado por los abusos»46.
La crítica actual no ha podido, o querido, reconciliar esto último con el liberalismo de la peruana, pues su mirada «benevolente» termina restringiendo el rol social de los indígenas de la misma manera que lo hace con la figura femenina. La visión de Aves sin nido no es homogénea, sino que busca y oscila entre la tradición y lo moderno, entre el pasado indígena y colonial, el presente independentista y europeizante y un futuro que quizás pudiera sintetizar el verdadero sentir de una peruanidad nacional. A pesar de que algunos críticos sólo quieran relegar mucho de su obra, en particular Aves sin nido, a una mera novela de tesis, creo que su intención va mucho más allá y establece sin dudas una promesa de identidad nacional. Es curioso también destacar cómo para especialistas como Ana Peluffo, el tratamiento indígena y femenino, es crucial al encarar el diálogo con el proyecto nacional:
Si por un lado las escritoras decimonónicas, [Clorinda Matto entre ellas] […] aceptaron ciertos aspectos del ideal benévolo (la idea de que las mujeres eran moralmente superiores), por otro lado […] cuestionaron su exclusión del debate sobre la construcción y modernización nacional47.
No obstante, ese cuestionamiento dado a través de la libertad y de la reescritura de los roles de género propuesto en la obra, vuelve sobre este concepto de nueva nación que debe tomar en cuenta a todos los sectores sociales, los marginados por raza, posición social, género e incluso religión.
Me pregunto si Matto de Turner no estuvo plenamente consciente de los múltiples sentidos que libera su novela a partir de su publicación o si se reviste de la falsa modestia necesaria en una escritora en pleno siglo XIX. La línea que va por la violación, momento violento, bárbaro e invisible es el motor que comienza a desencadenar el fruto de lo imposible en la segunda parte de Aves sin nido y que ilustra a su vez los males de la degeneración y corrupción no solo de los hombres, sino del Perú como nación. La mentira y el abuso asociados a la Iglesia y los demás sectores de poder en referencia a las mujeres indígenas no han sido suficientemente estudiados y merecen una gran atención aún en nuestros días. Sin embargo, su actitud al final de la novela es indudablemente pesimista pues se enfrenta a una sociedad que rehúsa combatir los horrores que sufren, no solamente los indígenas, sino también las mujeres:
¡Pobre mujeres, debes decir, Manuelito! Por felices que parezcamos, para nosotras no falta un gusano que roa nuestra alma […] Olvidad, pobres mujeres, vuestros sueños de emancipación y de libertad. Estas son teorías de cabezas enfermas, que jamás se podrán practicar porque la mujer ha nacido para poetizar la casa48.
Si bien Aves sin nido, le ofrece a la cuzqueña una fama49 sin precedentes, también sus innumerables publicaciones en revistas y periódicos, a veces fundados por ella misma, se encargan de introducir elementos necesarios de su concepción de nación, desde el rescate y la inserción indígena hasta la presencia obligatoria de la mujer en el escenario nacional. El exilio forzoso a Argentina –provocado por el fuerte carácter crítico de sus novelas– y la quema de su imprenta «La Equitativa»
–acentúa el interés de Matto de Turner por el periodismo como fuente de sustento y de renovación e inserción en las cuestiones importantes de la nación, pues lo ve como «el poder más temible del mundo» que guarda «las libertades de la raza humana»50. Es, precisamente, en la profesionalización de la escritura, gracias al trabajo en la prensa y su infatigable labor de publicación y edición, donde la visión de Matto de Turner encuentra un espacio vital y público para sentar las bases de la construcción de una nueva nación. A través de los diferentes ensayos y las innumerables publicaciones, Clorinda intenta educar y corregir a la sociedad peruana para alcanzar una más afín con sus ideales nacionalistas. «…En esta preocupación vital por buscar y establecer nuevos modelos para Perú, pasa desapercibida su labor a la mirada crítica de muchos contemporáneos como Mariátegui y Riva-Agüero»51.
En este contexto, coincido plenamente con Ferreira cuando asegura que dos de sus más importantes discursos de esta época tratan sobre la importancia de la raza y la cultura indígena al igual que el inigualable valor de la madre en la construcción nacional52. En el primero, pronunciado en 1887, en «El Círculo Literario», su «Estudio histórico», defiende el uso de «nuestra lengua madre […] el quechua […] idioma que debiera ser el vínculo imperecedero de unión para la raza peruana»53 mientras que el segundo presenta un «estudio filosófico –moral para las madres de familia», el de ser una «luz entre sombra», al promover la función de la madre como la parte más importante del proyecto de reconstrucción nacional:
Mas la labor de disipar aquellas sombras que oscurecen nuestro sol y nuestro día, es de la mujer, de la madre peruana. Si ella trabaja solícita y constante, asomará la aurora deseada; y la blanca paloma de la libertad con las alas teñidas por la sangre de los que murieron en San Juan, Miraflores, y Huamachuco, volverá á levantar el vuelo, y el pabellón bicolor ondeará galano sobre la Nación, grande y fuerte54.
En el caso de su novelística, sin embargo, si bien la maternidad es vista a través de la adopción, la violación, o la biológica misma, y aunque no deja de ser importante, creo pasa de ser una cualidad definitoria femenina a una celebratoria en que el ser madre no es, ni debe ser, la única función redentora de la mujer. El eje no es solamente la mujer, sino la redención nacional puede encontrarse en la educación e inserción de la mujer y lo que representa para la nación. La mujer deja de ser un objeto de adorno, privado, maleable, lastimoso para convertirse en una voz agencial dentro de un marco de autorepresentación a través de la palabra y de su propio valor social. Quizás los años del exilio, el dolor de la separación, sus renovados esfuerzos por establecer vínculos entre las mujeres escritoras, la labor que emprende para publicar y editar sus obras literarias, y su propia experiencia con la maternidad, forjan esta nueva modalidad de mujer/nación como una necesidad vital para la escritora. En uno de sus más aclamados ensayos titulado «La Mujer» dice acerca de la misma: «Loco intento sería el de quien pretendiese sustraer la luz cuando el sol se encuentra en el cenit; así, tan vano resulta el empeño de los pobres de espíritu que claman por conservar a la mujer sólo el derecho de dar hijos a la humanidad»55. Definitivamente, no es casualidad que su peregrinar, o apoyándonos en la categorización de Cornejo Polar, de «sujeto migrante», la hayan podido convertir en la Clorinda Matto de Turner, escritora, periodista, mujer, y peruana que defiende la misión de: «enseñar, predicar y conquistar el mundo de los ignorantes»56 como anunciara en su ensayo sobre la función del periodista en El Recreo del Cuzco en 1877.
Creo que, para ella, al igual que para otros escritores contemporáneos de su época, el verdadero concepto de patria, necesariamente disociado de patriotismo, en ocasiones, se instituye no solo en su auto inclusión en el proceso de construcción nacional, sino en la escritura misma, en una matria literaria kristevana, que le permite escribir sus ideas y su propia presencia en la concepción nacional. Ese lugar independiente, cambiante y abierto al que aludimos al inicio es el espacio idóneo donde la palabra toma más importancia, pues intenta incluir a todas las esferas olvidadas de la sociedad que también forman parte indeleble de la construcción nacional. Si bien la clasificación de indigenista o no para su más famosa novela, Aves sin nido, se hace redundante en este momento, es indiscutible que hay una intención absoluta de insertar al indígena en el proceso nacional, al igual que a la mujer, indígena o no. Coincido con Otero en que para Matto de Turner:
con un pie afincado en la tradición y con el otro orientado hacia el futuro, los indígenas –los subalternos, en general– por fin lograrán dar el salto cuántico y transcendental que, con miras a su reivindicación en el panorama nacional, que tanto […] anhelaban para ellos57.
Extrapolando esta última idea de inclusión a los indígenas, a los «desplazados», incluyendo especialmente a la mujer, y a ella misma como puente entre el olvido y el reencuentro, entre la representación y la marginalización, creo que es en la matria literaria, donde Clorinda Matto de Turner encuentra su voz. Es en una matria construida a base de educación, rectificación, y nuevas propuestas civiles desde donde asciende su concepción de una nueva nación necesariamente para aquellas:
mujeres que escriben, verdaderas heroínas que, con el valor de Policarpa Salavarrieta, aceptando la muerte antes que delatar los secretos de su patria, y con la convicción de los mártires en la verdad de la obra, luchan, día a día, hora tras horas, para producir el libro, el folleto, el periódico, encarnados en el ideal del progreso femenino58.